¡Esto hay que celebrarlo!

Desde «Voz y Labor» queremos contribuir a celebrar los 25 años (1968 – 1993) que cumplen las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia. Creemos que hay que hacer significativo su caminar, que empezó en una época plena de efemérides que han marcado a tantas generaciones: Posconcilio, Asamblea de Medellín, Mayo Francés, Primavera de Praga, etc.

Las Comunidades de Base en general y las de Murcia en particular, han aportado mucho a la iglesia y a la sociedad y todavía, quizás más que nunca, tienen la responsabilidad de decir una palabra utópica, esperanzadora y solidaria. Esa palabra, esa Buena Nueva, debe ser proclamada a los cuatro vientos, «no se enciende la luz para esconderla debajo de la mesa camilla».

Es por eso que esto hay que celebrarlo con bombo y platillo, con alegría y profundidad, con eficacia y fecundidad. Este curso en el que ya estamos inmersos va a girar, pues, en torno a esta celebración que, si no pasa nada, tendrá su culmen con la visita de Leonardo Boff a nuestras comunidades.

Iglesia | fotografía de Chris Karidis

Hemos querido hacer algo de recuento de todos estos años y muchas de las comunidades de nuestra región han aportado su historia, sus luchas, su realidad actual, sus problemas, sus frutos y sus esperanzas.
Este número especial no pretende culminar el aniversario, sino dar la señal de salida para un tiempo en el que, como en todas las celebraciones, podamos hacer revisión de nuestro caminar en la Iglesia y en la sociedad y plantear nuevos retos, nuevas metas, nuevas experiencias, nuevos estilos y nuevos medios que, en los tiempos que corren y con lo que está cayendo, permitan mantener la dinámica liberadora, profético, fraterna, solidaria y utópica, única manera de ser fieles al itinerario de Jesús, al proyecto de Amor de¡ Padre y al empuje de¡ Espíritu.

Hoy, más que nunca, cobra sentido la tarea de ir haciendo Iglesia como comunidad fraternal, y ello es imposible sin su articulación en pequeñas comunidades de talla humana, como el grupo de Jesús, abiertas y encarnadas en la Iglesia toda, pero conservando su espacio privilegiado de laboratorio del amor.

Hoy, más que nunca, urge la tarea de trabajar, contra corriente, porque esta sociedad se vaya acercando al Reino de Dios, a esa Fraternidad Universal a la que Jesús nos invita. Para ello sigue siendo necesario el potenciar grupos proféticos de militantes que, como levadura en la masa, sigan dejándose la vida en ello.

Merece la pena, porque el mensaje de las bienaventuranzas realmente da sentido, plenitud y alegría y, sobre todo, es posible vivirlo si se hace en comunidad (ni solos, ni perdidos en la multitud).

Aquí abajo pasa algo

Las comunidades cristianas de base de la Región de Murcia, a lo largo del tiempo, han llegado a tener una entidad y consistencia que está siendo valorada por los teólogos, sociólogos, militantes, etc. que nos visitan, volviendo gratamente sorprendidos a sus lugares de origen. No es que seamos nada del otro mundo, la verdad (de otra forma, estando en las nubes, no se palparía como ahora nuestra presencia, nuestra encarnación en los barrios pobres, en los pueblos).

Dentro de nuestra línea de Iglesia de Base a la que no le va mucho eso de los grandes montajes ni lo de los verticalismos, hay que decir que nos hemos tomado en serio la necesidad de dotarnos de una organización flexible pero capaz de coordinar la experiencia y los esfuerzos de los grupos y comunidades de la región. No es tarea exenta de dificultades, pero el resultado merece la pena.

Somos conscientes de que, pese a los logros obtenidos en ir acercando el Reino un pasito más cada vez, sólo somos una pequeña semilla en la geografía social y eclesial, pero nos sentimos acompañados de mucho buen grano que hay, fructificando por esas tierras de España y del mundo, en la esperanza de contribuir a la recuperación de la utopía evangélica para esta Iglesia y esta sociedad que hacen aguas por muchos lados.

Se hace difícil comunicar la propia experiencia para quienes, como nosotros, están inmersos en un proceso de maduración constante, creando el camino al andar, convencidos de que entre nosotros muy pocas cosas son inmutables y muy pocos capítulos están cerrados. Además, ¿Cómo estructurar la gran riqueza de experiencias que forman nuestro mapa comunitario dada la variedad de condiciones y los distintos momentos de maduración en los procesos de iniciación o en el caminar de la comunidad? Evidentemente, habrá que tener presente que si algo nos caracteriza es el respeto al pluralismo legítimo, aun dentro de nuestros círculos, la intuición que se ha tenido desde el principio de que no había que restar fuerzas en aras de una pureza extrema, sino, más bien, aunarlas hacia un horizonte común. Naturalmente, siempre que se respetasen las opciones y la línea mayoritaria.

Cielo | Fotografía de Pablo Heimplatz

Un buen momento para empezar

Como sucedió en muchos otros lugares, nuestro movimiento comunitario también es fruto de la primavera conciliar, de todo lo que surgió con el entierro de la cristiandad y con la vuelta a una concepción eclesial comunitaria, evangelizadora y servidora del mundo.

En el comienzo del movimiento comunitario de base de Murcia, hace ya 25 años, está la necesidad de tener una experiencia de Iglesia nueva. No nos satisfacía la vivencia que estábamos teniendo y de ahí nuestra preocupación por el «modelo de Iglesia» que queríamos ir construyendo. Eran los frutos del Concilio Vaticano II.

La cosa empezó con los primeros contactos de un grupo de curas de barriadas de Murcia y Cartagena que, ilusionados con todo esto, emprendieron una pastoral de conjunto de carácter renovador en lo eclesial y comprometido en lo sociopolítico. Era el año de Gracia (nunca mejor dicho) de 1968, con lo que al influjo del Concilio hay que sumar el del Mayo francés y el de la conferencia de Medellín, Primavera de Praga, etc.
Esta pastoral de conjunto partiría del convencimiento de que la Iglesia surge como fruto de un proceso de iniciación, de maduración de la fe, de un proceso de estilo catecumenal. Esto hizo que se optara por la catequesis de adultos como prioridad. No se tenía la idea de hacer un catecumenado en sentido estricto, pero si la idea de llegar a la comunidad. No se tenían claras muchas cuestiones que ahora vemos como evidentes: íbamos estrenando senderos, no había modelos de referencia a los que seguir, sentíamos el aire fresco de la aventura, el aliento de la utopía. Teníamos dentro, eso si, la experiencia de las primeras comunidades cristianas y de todos aquellos que no han pasado a la historia oficial (la de los vencedores), pero que portaron la antorcha de la radicalidad evangélica y de la fraternidad cristiana.

Dada la realidad sociopolítica que vivíamos, los grupos estábamos inmersos en la lucha antifranquista, movilizando a nuestros barrios (los más pobres de Murcia) hacia un horizonte de justicia y de democracia. Había en nosotros mucho contenido ideológico. A la vez que avanzábamos en nuestra vivencia comunitaria nos formábamos en la militancia. Era la época de la reflexión «marxismo-cristianismo», «sindicalismo», etc. ¡cuántos cursillos en nuestra Escuela de Formación Social! ¡Qué bien nos hicieron entonces las aportaciones de personas como Ricardo Alberdi!.

Eran momentos de persecución, de denuncias, de pasar por el Tribunal de Orden Público, de arrestos, de guardias civiles controlando el contenido de las homilías. En esto no éramos los únicos; nuestra aportación fue la de, paralelamente, seguir una línea de formación catecumenal, que nos daba más serenidad y reflexión ante los conflictos y los compromisos. la experiencia comunitaria y la oración nos fortalecía, compensando el desgaste de la lucha. Muchos otros se quemaron, otros se aburguesaron después; pero a nosotros, la comunidad nos dio el «plus», ese algo más que nos ha mantenido con los pobres.
En nuestros barrios más pobres y marginados la lucha ha sido continua: por la urbanización, por conseguir centros escolares, deportivos, culturales, y médicos, por la creación de plazas y parques, contra la marginación y el paro etc. De esta manera, el movimiento comunitario de base de Murcia se ha movido, desde el principio en un doble ámbito de trabajo por la creación de una alternativa de Iglesia y de una alternativa de sociedad.

Pasos en la opción por el catecumenado y la comunidad

Desde el principio se tuvo la intuición de la necesidad de dar unas bases por medio de la catequesis de adultos para construir la comunidad. En un primer momento constaba de un curso de iniciación Teológica (Jesucristo, Dios, la Fe, 1,1 Iglesia …), un curso bíblico y un curso sobre el concilio (la Gaudium et Spes, sobre todo). Este primer esquema de trabajo se fue perfeccionando durante varios ciclos. Después de 1974 empezó a venir Juan Mateos a las convivencias que, desde entonces, venimos celebrando durante el verano en Alicante. Su aportación fue decisiva, ya partir de aquí se le fue dando forma a otro proceso catecumenal distinto que es el que hoy tenemos publicado bajo el título «Hacia la Comunidad».

La comunión de bienes:
Al tercer año de explicar Juan Mateos las bienaventuranzas en las semanas de verano de Alicante, empezó a tomar cuerpo la idea de la necesidad de tener experiencias de comunión de bienes. Se trataba de tomar radicalmente en serio la fraternidad cristiana, de llevar hasta el final el compartir y la renuncia al acaparar.

Hubo varios intentos para poner en marcha esta experiencia. En el verano se veía mas factible, la gente se entusiasmaba enormemente, pero al llegar a los pueblos, ante las dificultades, la cosa se venia abajo. Después de varias tentativas, en torno al año 1980 se crearon los grupos experimentales que terminaron de dar cuerpo a las distintas ‘fórmulas» de comunión de bienes que tenemos en nuestras comunidades.
Hoy podemos decir que la comunión de bienes ya no es un ideal inalcanzable sino una realidad palpable y generalizada en el movimiento comunitario de nuestra región. Esta experiencia viene a apoyar todo este proyecto utópico que pretendemos, conectando totalmente con la fraternidad al servicio del Reino. Se trata, no de una manera de alcanzar la perfección o la pureza, sino de una oferta, una alternativa que se presenta como posible a la sociedad y que se con- vierte en signo de esperanza, en adelanto y concreción de la utopía de la igualdad, la justicia, la entrega, la fraternidad. Desde esta experiencia de comunión de bienes el Evangelio se hace creíble.

De esta manera, el compartir no es un fin en si mismo, no es para la comunidad, sino para solidarizarnos con los pobres, para no ser cómplices con la injusticia del sistema, para quitarnos las trabas que nos impiden entregarnos al compromiso por la liberación. Con la comunión de bienes vivida en su radicalidad experimentamos el abandono de los miedos: no hay temor a perder el puesto, el prestigio, la influencia, la buena fama, etc., porque la comunidad te apoya.

Rezar | Fotografía de Olivia Snow

Pluralismo y comunión eclesial

La novedad de nuestra experiencia eclesial, con todo el dinamismo que lleva consigo, nos ha traído conflictos con la familia eclesial.

Alternativa de iglesia no significa Iglesia alternativa, como algunos parecen temer. Creemos que hay razones teológicas y, sobre todo, de experiencia para reconocer la eclesialidad de las comunidades de base: en ellas se van realizando todas las notas de la Iglesia (diaconía-servicio, koinonía- fraternidad y liturgia-celebración). Pero observamos que en algunos lugares hay desconfianza hacia ellas, sobre todo cuando no están incorporadas a la parroquia.

Nuestras comunidades nacen de la praxis del pueblo sencillo, desde abajo, «sin que nadie las programe», sin que respondan al mandato de la jerarquía. En su interior a la gente «se les abren los ojos»: es posible vivir otra manera de ser iglesia, donde todos son iguales y corresponsables, donde los ministerios responden verdaderamente a los carismas, donde desaparece el binomio «clérigos-laicos”, donde, «para entrar, no hay que quitarse la cabeza sino solo el sombrero». Claro que, quienes echan de menos la Iglesia como un ejército disciplinado, se ponen nerviosos. Incluso los que hablan mucho de corresponsabilidad en abstracto no terminan de reconocerla en la práctica.

La mayoría de nuestras comunidades han nacido en el ámbito parroquial, pero poco a poco han ido tomando autonomía, sabiéndose otra realización más de la única Iglesia. Esto no significa que no haya relación con las parroquias; al contrario, en muchos lugares es la comunidad la que mueve toda la parroquia (sobre todo cuando el párroco está integrado en el movimiento comunitario) y, en la mayoría de los casos, hay miembros de las comunidades trabajando en distintas áreas de las parroquias. Pero el objetivo no es engordar la institución parroquia] que, aunque se ve como una plataforma útil, es una realidad comunitaria insuficiente, sino, en todo caso, trabajar por la creación de la parroquia como comunidad de comunidades.

Este tema de la relación Comunidad-Parroquia ha sido conflictivo. Los problemas han surgido cuando a las parroquias han llegado curas que van en otra onda o que tienen cierto complejo de señor feudal. Desde la sospecha hasta la guerra declarada, nuestras comunidades han sufrido de todo. En la práctica se tiene todavía la idea de que la Iglesia es para los clérigos y el mundo para los seglares.

Es necesario reivindicar el derecho fundamental al pluralismo y al disenso. Creemos que es posible la comunión eclesial pese a la diversidad; por eso abogamos por la comunión crítica y dialéctica: entre nosotros, lejos de la uniformidad, se tiene que dar la aceptación y la interpelación, el amor de hermanos y el cuestionamiento mutuo. Hay que pasar de la sospecha al diálogo, prestar menos atención a los rumores y acercarnos sin dogmas ni paternalismos, con sincera actitud de escucha y abiertos a descubrir la acción del Espíritu. En este sentido, funciona desde hace unos años una comisión de seglares elegidos democráticamente por nuestras comunidades y que está inmersa en un continuo diálogo y coordinación con nuestro obispo.

Creemos que el vivir la fe comunitariamente, al igual que la opción por los pobres, no es un carisma dentro de la Iglesia, si no una seña de identidad para todo aquel que se diga seguidor de Jesús de Nazaret. Por otra parte, nuestro movimiento comunitario sabe de la necesidad de potenciar la opción por los pobres a través del trabajo en grupos específicos. En este sentido, dentro de nuestras comunidades funcionan grupos de trabajo, correspondiendo a cuatro áreas: Pobreza y Marginación, Tercer Mundo, Paz y Desarme, y, Compromiso sociopolítico, (Asociaciones de Padres de Alumnos, Asociaciones de Vecinos, Asociaciones culturales, Movimientos Feministas, Sindicatos, Partidos, etc. Creemos que tiene que ser objetivo nuestro y de otros movimientos eclesiales que han asumido el trabajo desde la opción por los pobres, al llegar a una articulación más profunda.

Cruz | Fotografía de James

Algunas pinceladas para la evaluación

Tal vez lo, más importante que hemos conseguido ha sido ir elaborando un proyecto educativo y un estilo de comunidad comunes, fruto de los esfuerzos de coordinación que, a su vez, ha potenciado enormemente esta coordinación. Esto no quiere decir, evidentemente que la tarea no sea difícil y que no hay sus problemas, que los hay, sino que pese a las distintas situaciones, pese a la realidad especifica de cada una de las zonas, pese a la distancias, pese a que es una labor que no se termina nunca (éste es el problema – y la ventaja – de nuestra estructura, que es voluntaria, débil, cambiante…) etc. no es moco de pavo el coordinar a los grupos de cada barrio, luego a los de cada pueblo, después a los de cada zona, y luego a todas las zonas en la Coordinación General.

En la consolidación y crecimiento, (no sólo cuantitativo) de nuestro movimiento de comunidades de base ocupan un papel primordial Aulas de Teología que realizamos un fin de semana cada trimestre, y las cinco semanas de convivencia y teología que hacemos cada verano en Alicante.

Por ellas han pasado bastantes teólogos, sociólogos, exégetas, militantes, etc. y a nuestras comunidades que sería mejor decir, bajura teológica, por el tipo de teología y por su cometido: «a partir de» y «volver a» la encarnación en la base de la Iglesia y de la sociedad). A esta tarea han contribuido también nuestras Escuelas de Catequistas, Escuelas de Formación Básica Teológica, la Escuela de Acción Social y la Escuela de Lectura Liberadora del Evangelio.

Desde hace 6 años tenemos este espacio de comunicación y comunión: “Voz y Labor” que está funcionando como vínculo de expresión de las inquietudes, anhelos, reflexiones, gozos y luchas de todos nosotros. Aún nos queda mucho por avanzar y por madurar. El fruto apenas si lo entrevemos, Vamos siendo conscientes de que, de hecho, ya estamos viviendo la Iglesia de otra manera, lo que no significa ser una iglesia paralela. Nuestro afán de la transformación de la Iglesia desde dentro, como levadura en la masa, así como de la sociedad.