21 de Julio de 2024
Evangelio según MARCOS 6, 30-34
Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado.
Él les dijo:
– Veníos vosotros solos aparte, a un lugar despoblado, y descansad un poco. Es que eran muchos los que iban y venían, y ni para comer encontraban momento propicio.
Se marcharon en la barca, a un lugar despoblado, aparte, pero, mientras iban, muchos los vieron y los reconocieron. Entonces, desde todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel lugar y se les adelantaron.
Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
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«Se puso a enseñarles con calma»
Marcos describe con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharles con calma, pues han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se les adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús?
Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. «Al desembarcar, Jesús vio la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma».
Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque han interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve.
Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.
Hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren, a los que viven sin que nadie cuide realmente de ellos. No tienen un pastor que los guíe y los defienda.
Movido por su compasión, Jesús «se pone a enseñarles con calma«. Sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios y su proyecto humanizador del reino. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.