Antonio Zugasti Pellejero

En las cartas del apóstol Juan se alude cuatro veces a la figura del Anticristo. Figura que no presenta unas características definidas, pero lo que sí aparece claro es su oposición radical a la figura de Jesús de Nazaret, el Cristo. A lo largo de la historia de la Iglesia muchos se han referido a esta figura del Anticristo atribuyéndole imágenes muy diversas, dependiendo de las circunstancias y las personas que reflexionaban. Hasta Isaac Newton, del que se guardan muchos textos de estudios bíblicos, trata del Anticristo, y establece una cronología precisa para la acción de este personaje, que asocia con el papado y con la destrucción de la ciudad de Roma, acontecimiento que prevé para mediados del siglo XXI.

Hoy, cuando nos acercamos a esa fecha, sí que podemos distinguir una figura que pone en riesgo no sólo a la ciudad de Roma, sino al mismo futuro de la humanidad. No se trata de una figura humana, sino de una tempestad huracanada que se mueve en el mundo de las ideas, creencias y ambiciones, una ideología que llega a convertirse en religión: EL CAPITALISMO. Una religión donde se da culto al dinero, a la riqueza, y para conseguirla se sacrifica todo, hasta millones de vidas humanas si es necesario.

Su radical oposición a los valores que predicó Jesucristo no puede ser más clara y terminante. Frente al ansia de enriquecimiento que fomenta el capitalismo, Jesús clama: ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! Jesús anuncia la venida del Reino de Dios, pero advierte que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos.

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