2 de Marzo de 2025
Evangelio según LUCAS 6, 39-45
Y añadió una comparación
-¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, aunque, terminado el aprendizaje cada uno le llegará a su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «hermano, deja que te saque la mota del ojo», sin fijarte tu en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita!, sácate primero la viga de tu ojo entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.
Cierto, no hay árbol sano que de fruto dañado ni, a su vez, árbol dañado que de fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto: ¡no se cogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas! El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal: porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca.
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Este pueblo me honra con los labios
«En vuestro interior está el germen de lo auténtico». Así se podría formular una de las líneas de fuerza del mensaje de Jesús. En medio de la sociedad judía, sometida a las leyes de lo puro y lo impuro, Jesús introduce un principio revolucionario para aquellas mentes: «Nada que entre de fuera hace impuro al hombre; lo que sale de dentro es lo que le hace impuro».
El pensamiento de Jesús es claro: el hombre auténtico se construye desde dentro. Es la conciencia la que ha de orientar y dirigir la vida de la persona. Lo decisivo es el «corazón», ese lugar secreto e íntimo de nuestra libertad donde no nos podemos engañar a nosotros mismos. Según ese «despertador de conciencias» que es Jesús, ahí se juega lo mejor y lo peor de nuestra existencia.
Las consecuencias son palpables. Las leyes no han de reemplazar la voz de la conciencia. Jesús no viene a abolir la ley, pero sí a superarla desde el «corazón». No se trata de vivir cínicamente al margen de la ley, pero sí de humanizar las leyes viviendo del espíritu hacia el que apuntan cuando son rectas. Vivir honestamente el amor a Dios y al hermano lleva a una conducta más humana que la que propugnan ciertas leyes.
Lo mismo sucede con los ritos. Jesús siente un santo horror hacia lo que es falso, vacío o postizo. Una de las frases bíblicas más citadas por él es esta del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío». Lo que Dios quiere es amor y no cánticos y sacrificios. Lo mismo pasa con las costumbres, tradiciones y prácticas sociales o religiosas. Lo importante, según Jesús, es la limpieza del corazón.
El mensaje de Jesús tiene tal vez más actualidad que nunca en una sociedad donde se vive una vida programada desde fuera y en la que los individuos son víctimas de toda clase de presiones y consignas. Es necesario «interiorizar la vida» para hacernos más humanos. Podemos adornar al ser humano con cultura e informa-ción; podemos hacer crecer su poder con ciencia y técnica. Si su interior no es más limpio y su corazón más capaz de amar, su futuro no será más humano. «El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal». Así decía Jesús.