7 de Julio de 2024
Evangelio según MARCOS 6, 1-6
Y salió de aquel lugar. Fue a su tierra, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga; la mayoría, al oírlo, decían impresionados:
– ¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y qué clase de fuerzas son esas que le salen de las manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban de él.
Jesús les dijo:
– No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados aplicándoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe. Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.
Ese Jesús desconcertado y desconcertante para los que le siguen decidió un día que tocaba ir, a pesar de todo, a su tierra. Ya sabía que las cosas no andaban bien para sus familiares: no hacía mucho habían ido a buscarle para llevárselo porque decían que estaba loco. Su cercanía les resultaba peligrosa social y religiosamente.
Al llegar, Jesús busca el encuentro con los vecinos. Su lugar preferido era, sin duda, la sinagoga o el espacio donde se reunían los vecinos, sobre todo los sábados. Allí rezaban, cantaban salmos, discutían los problemas del pueblo o se informaban de los acontecimientos más sobresalientes de su entorno.
Lo dicen todas las fuentes. Jesús no enseña en Galilea una doctrina religiosa para que sus oyentes la aprendan bien. Anuncia un acontecimiento para que aquellas gentes lo acojan con gozo y con fe. Nadie ve en él a un maestro dedicado a explicar las tradiciones religiosas de Israel. Se encuentra con un profeta apasionado por una vida más digna para todos, que busca con todas sus fuerzas que Dios sea acogido y que su reino de justicia y de misericordia se vaya extendiendo con alegría. Su objetivo no es perfeccionar la religión judía, sino contribuir a que se implante cuanto antes el tan añorado reino de Dios y, con él, la vida, la justicia y la paz. Su intención no es proporcionar a aquellos vecinos un código moral más perfecto, sino ayudarles a intuir cómo es y cómo actúa Dios, y cómo va a ser el mundo y la vida si todos actúan como él.