NUESTRA SEÑORA DEL PILAR (12X-08) 
Evangelio según LUCAS 11, 27-28 

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre la multitud alzó la voz y le dijo: 

   —¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! 

   Pero él repuso: 

   —Mejor, dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen. 

¡Vaya compañera! 

   Eso es lo que más debería maravillarnos de esta mujer sencilla a quién recordamos hoy. 

   Ella no es una diosa madre que acoge nuestras peticiones para darles respuesta mágica. Ella no es una diva que reúne todas las cualidades dispersas en la humanidad. Ella no es nuestra tradición histórica o cultural o familiar. 

   Ella es una compañera de comunidad que siente las mismas dificultades que nosotros, que sabe lo que es el dolor, el sufrimiento y la impotencia, que conoce las dudas sobre la identidad de su hijo y tiene sus reparos sobre lo que su hijo debe o no debe hacer, 

Ella es la madre que supo de las dificultades de llegar a fin de mes, que sintió cómo su hijo tomaba unos derroteros que ella no veía claros y respetó, a regañadientes, su libertad para decidir su vida. 

Ella es una mujer que necesitó sentarse con los demás a orar, escuchar la Palabra, debatirla y comprenderla para llevarla a su vida y poder seguir adelante en el drama en que consistió su historia. 

Ella escuchó, confió, a pesar de todo. Eso la mantuvo en pie. Eso la mantiene hoy también en pie, en lo alto del pilar que le  hemos construido, para resaltar su fe, su esperanza, su amor al hijo y, por Él, a toda la humanidad que sufre, hoy todavía, como sufrió su hijo. 

Lectura del libro de los 
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1,1 2-14 

 

   Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. 

   Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos. 


   Ser madre es vivir haciendo vida, extendiendo la vida más allá del parto y de la infancia. Hacer posible la luz y abrir los ojos a plena luz del día… y de la noche y de la pena y del cansancio y del esfuerzo. Es hacer nacer a una persona y crecer y luchar y dejarlo enrolado en la tarea de hacer y hacerse, de ser comunidad y sentir la soledad, nunca el abandono. 

Virgen del Pilar 12-X-25