7 de Diciembre de 2025
Evangelio según MATEO 3, 1-12

Por aquellos días se presentó Juan Bautista en el desierto de Judea, proclamando:
-Enmendaos, que está cerca el reino de los Dios.
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
Una voz grita desde el desierto:
Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos (Is 40,3).
Este Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero en la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Acudía en masa la gente de Jerusalén, de toda Judea y de la comarca del Jordán, y él los bautizaba en el río Jordán, a medida de que confesaban sus pecados.


¿Cómo preparar los caminos?

Vamos en Adviento a preparar los caminos para la venida del Señor. Nada de exquisiteces espirituales. Antes a ras de tierra: vamos a cumplir los deberes elementales de justicia y caridad. Isaías, cuya voz resuena a través de Juan Bautista, puede ser nuestro guía espiritual: «¿Sabéis qué, ayuno quiero yo? dice el Señor: Romper las ataduras de iniquidad, deshacer los haces opresores, dejar ir libres a los oprimidos y quebrantar todo yugo; partir tu pan con el hambriento, albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano» (Is 58,6-8).

Preparad el camino del Señor es un programa de reforma para nosotros. ¿Dónde están mis valles y mis montañas?, ¿dónde los caminos torcidos?

La predicación que hace el Bautista apunta ya los caminos por los que será posible empezar a cambiar el sistema. Es preciso, en primer lugar, una ruptura con la cadena que esta situación conlleva para todos nosotros. Además, habrá que verter dosis enormes de persuasión y de amor para construir la comunión verdadera y sólida. Por último, nada de esto será posible sin activar en nosotros/as la «vocación al pueblo», la certeza de que es el bienestar y la plenitud de los demás quienes dan sentido a la nuestra.

La predicación que hace el Bautista apunta ya los caminos por los que será posible empezar a cambiar el sistema. Es preciso, en primer lugar, una ruptura con la cadena que esta situación conlleva para todos nosotros. Además, habrá que verter dosis enormes de persuasión y de amor para construir la comunión verdadera y sólida. Por último, nada de esto será posible sin activar en nosotros/as la «vocación al pueblo», la certeza de que es el bienestar y la plenitud de los demás quienes dan sentido a la nuestra.

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