Desde la invasión a Ucrania por mandato de Putin, el genocidio televisado ordenado por Netanyahu contra la población palestina o la llegada de Trump como presidente de los Estados Unidos y sus decisiones contra los derechos humanos y su decisión reciente de bombardear a Irán, oigo con frecuencia la expresión de “loco” atribuido a estos dirigentes políticos y así escuchamos que “Putin es un loco”, “Trump está loco” o “Netanyahu parece locura”. Hacen lo que hacen porque están locos y no se encuentra otra explicación, porque si estuvieran cuerdos no cometerían las bestialidades que están haciendo. Están locos y toman esas decisiones porque están poseídos por alguna enfermedad mental. Una persona que no esté loca no haría eso nunca.

¿Cómo un dirigente si está en sus cabales puede llevarnos a una guerra mundial o provocar conflictos causando tanto dolor humano y destrucción? La respuesta que damos y que decimos en nuestros comentarios cotidianos es que “están locos”, no hay otra posibilidad y sí hay otra respuesta y es que no sienten nada por la vida de los demás. Lo vimos cuando se inventaron que en Iraq había armas de destrucción masiva y lo invadieron causando casi un millón de muertes de civiles para quedarse con el petróleo. No les importó en absoluto estas vidas. Lo hemos visto cuando el presidente alemán, Friedrich Merz, dice que “Israel está haciendo el trabajo sucio por nosotros” en relación a la guerra con Irán. No les importa la muerte de las personas.

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