TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
(2-XI-25)
Evangelio según JUAN 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos: si no, os lo habría dicho. Voy a preparaos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; asé, donde estoy yo estaréis también vosotros. Y para ira a donde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice:
—Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Jesús respondió:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí.

ÉL ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

Tomás, el apóstol, nos hace el favor impagable de preguntar a Jesús por el camino a recorrer hacia ese encuentro definitivo con el Padre. Y Jesús responde a Tomás, y gracias a él nos responde a todos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi». Jesús es para nosotros y con nosotros camino y caminante. Sus huellas son signo cierto de que andamos en la buena dirección, también en los días nublados por el dolor o la duda. Con Jesús caminamos en la verdad, que a veces nos cuesta conocer; con Él caminamos hacia la vida definitiva mientras recorremos esta vida que con frecuencia nos resulta dolorosa.

¿Cómo sería la vida si todos aprendiéramos un poco más de Jesús? El gran anhelo de Jesús es construir la vida tal como la quiere Dios. Para ello, hay unas tareas que subraya de manera preferente: introducir en el mundo la compasión de Dios; poned a la humanidad mirando hacia los últimos; sembrar gestos de bondad para aliviar el sufrimiento; enseñar a vivir confiando en Dios Padre, que quiere una vida feliz para sus hijos e hijas.

JOSE ANTONIO PAGOLA

Camino, Verdad y Vida.

La Conmemoración de los fieles difuntos permite a la fe de la Iglesia meternos de lleno en el corazón de la relación de Jesús con su Padre. «No se turbe vuestro corazón». Tentación del discípulo (y de toda persona) de querer apropiarse de los seres queridos. Ese deseo de apropiación queda manifiesto en el «duelo» que nos produce la ausencia que la muerte provoca.
De nuevo Jesús nos da la clave para aprender a amar en presencia y en ausencia. Cuando Jesús se despide de los suyos, en el marco de la Cena, nos está introduciendo en el corazón de la vida de la Iglesia, en la fuente de donde brotan el servicio de la Justicia y el servicio de la Palabra y de la Eucaristía misma: nuestra comunión con Jesús, Camino, Verdad y Vida.

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