Domingo 22 del Tiempo Ordinario (31-VIII-25)
Evangelio según LUCAS 14, 1.7-14
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
-Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: «Cédele el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
-Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
La compensación del amor es el amor mismo
La verdadera dignidad no se logra mediante el esfuerzo de llegar a los puestos más relevantes sino que está en uno mismo. Para el honor no hay estrategias; es algo que hay en uno mismo y los demás saben reconocer. Así lo proclama el v. 10: «Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales » (lit.: «Eso será el honor para ti ante los comensales»). Hasta aquí, todo resulta sapiencial. El uso del pasivo («será humillado…. será enaltecido») permite intuir que el ejemplo que Jesús propuso era más bien una parábola del sentir de Dios (parabolé, dice el texto griego): Dios humillará a quien quiera exaltarse y enaltecerá a quien se humilla.
La segunda parte del episodio se dirige al anfitrión. Jesús propone un cambio en los cánones de comportamiento social. Los «amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos» de quien es capaz de ofrecer un banquete son también capaces de devolver la invitación. Por lo que el amor verdadero se manifiesta invitando a quienes no pueden corresponder: «pobres, lisiados, cojos y ciegos «. Esta segunda enumeración (que vuelve a salir en el v 21) era conocida en aquella época. Los lisiados, cojos, ciegos estaban excluidos del refectorio de la comunidad de Qumram. A quien así obre (de nuevo el pasivo teológico) se lo pagará Dios mismo.
Esta enseñanza, además, tiene lugar en una casa de fariseos; quizá Jesús profundizara en un principio de un rabino contemporáneo de Jesús: «Que tu casa esté siempre abierta de par en par y que todos los necesitados formen parte de tu familia » (Mishná, Abot 1,5). O acaso el judaísmo fariseo de los años 70 se resintió del humanismo cristiano. En todo caso, el dar para recibir no sirve en el evangelio. La compensación del amor es el amor mismo. Al final, la compensación vendrá de Dios («se te pagará»).