Domingo 19 del Tiempo Ordinario (10-VIII-25)
Evangelio según LUCAS 12, 32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-No temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho entre vosotros.

Vended vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bolsas que no se estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni echa a perder la polilla. Porque donde tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón.

Tened el delantal puesto y encendidos los candiles; pareceos a los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, cuando llegue, abrirle en cuanto llame.

¡Dichosos esos siervos si el señor al llegar al llegar los encuentra despiertos! Os aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les irá sirviendo uno a uno. Si llega entrada la noche o incluso de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos!

Esto ya lo comprendéis, que si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. Estad también vosotros preparados, pues, cuando menos lo penséis, llegará el Hombre.

En continuidad con la parábola del rico necio que leíamos el domingo pasado, el evangelio de hoy nos presenta una serie de recomendaciones. Los comentaristas no logran la unanimidad a la hora de determinar la estructura del texto y las unidades que lo forman. El texto litúrgico nos permite «recortar» la perícopa y proclamar solamente la invitación a la vigilancia, al estilo de los criados del novio (vv. 35-40).

De todas formas la nota de intimidad con la que comienza el evangelio de hoy no se debería omitir: «No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino». Esta exhortación a la confianza al estilo del Antiguo Testamento y que tanto gusta a Lucas, expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo pero expresa también la autocomprensión de las primeras comunidades: conscientes de su pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria.

La bondad de Dios, en su beneplácito, nos ha regalado el reino. Entiéndanse a la luz de esta confianza las exhortaciones siguientes. Si el reino es regalo, todo lo demás, empezando por los bienes materiales, es relativo. Recuérdese el carácter de la comunidad ideal que Lucas propondrá en Hechos: «vendían las posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno « (2,45).

Lucas se dirige en esta exhortación a la vigilancia a una comunidad consciente de la ausencia de su Señor; o mejor, a una comunidad que espera el regreso de su Señor, pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (1Tes 4-5). La Iglesia de Lucas sabe que vive, en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido y ha de venir; está fuera de la historia pero actúa en ella. La historia presente, de hecho, es el tiempo de la Iglesia, tiempo de vigilancia.

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