21 de Diciembre de 2025
Evangelio según MATEO 1,18-24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció, en sueños un ángel del Señor que le dijo:

-José hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros» (Is. 7,14).

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el Señor y se llevó a casa a su mujer.

«Eran buena gente y confiaban en las promesas de su Dios.»

Mateo recalca la figura de José en su relato de la infancia, de la misma forma que Lucas se fija más en la de María. José es de la estirpe de David, el rey al que se remontan las tradiciones mesiánicas de Israel. Mateo, que escribe a los judíos, justifica de forma continua en su evangelio que las Escrituras se cumplen en la persona de ¬Jesús. La dificultad no debía ser pequeña, pues el pueblo judío esperaba «otro Mesías», en fuerza y poder, que le vengara de sus enemigos. Mateo, al narrar el nacimiento de Jesús insiste en que la promesa de Isaías se cumple. En efecto, el profeta anunció que la salvación de Judá estaría en lo sorprendente, en lo pequeño e inesperado: doncella que da a luz un niño. Mateo explica a sus lectores, y a los lectores de todos los tiempos, que en la persona de María y en la del niño, Dios ha cumplido las promesas proféticas. Jesús es el Mesías anunciado y esperado.

Para que esto fuera posible, el Dios de Israel, que había prometido la salvación, recabó la participación de dos personas: María y José. De ellos, dice el evangelio, que eran buena gente y confiaban en las promesas de su Dios.

La disponibilidad de María es fruto de fe que nace en la promesa que Dios hace al pueblo que ama y, dentro de ese pueblo, en la llamada que dirige a cada uno de sus miembros para desarrollar una misión específica dentro de una historia común de salvación para todos.

He aquí otro modelo de creyente: José, el enamorado y comprometido con María, que conoce y cree en las promesas que Dios ha hecho a su pueblo.

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