Domingo 23 del Tiempo Ordinario (7-IX-25)
Evangelio según LUCAS 14,25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
-Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
« Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar ».


¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

Tres son las condiciones básicas que Jesús pide a sus seguidores: a) reordenarlo todo, hasta la propia familia, desde la adhesión a Jesús, cosa que pondría al creyente en una situación de erradicación social (v. 26); b) ser capaz de asumir la hostilidad de la sociedad que no tolera la alternativa del Reino y que le hace llevar al seguidor un estilo de vida tan duro y extremo como el de un condenado al peor de los suplicios, la cruz (v. 27); e) hacer una guerra continua a la acumulación de bienes, una forma de hacer amanecer la justicia social (v. 33).


La dureza de estas condiciones hace que la decisión no se tome a la ligera, ya que supone, de algún modo, pasar a un estilo de vida de una cierta marginalidad.
Esto queda expresado en dos ejemplos: a) del mismo modo que hay que medir muy bien los recursos económicos a la hora de construir una torre, es preciso medir bien los recursos existenciales y de fe de que uno dispone a la hora de plantearse en serio el tema del seguimiento a Jesús (w. 28-30); b) es preciso ser tan astuto y tan lúcido a la hora del seguimiento como quien mide bien sus fuerzas a la hora de presentar una batalla y, si no, una retirada a tiempo es una victoria. Es decir, el seguimiento se hace en la entrega, pero también en la lucidez.

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